La adaptación cinematográfica de obras —o pseudo obras— literarias nunca ha sido plato de gusto para un servidor. Que no me convencen, digamos.
La navidad obliga y, amén de que los centros de ocio masivo son lo único que permanece abierto incluso el 25 de diciembre, me vi arrastrado a ver el estreno más esperado en la cartelera española por centenares de chiquillas: 3MSC —o los musculitos de Mario Casas. En realidad parecía el plan perfecto, tarde de resaca entre palomitas y una peliculita romántica. Nada más lejos de la realidad.
Sabiendo que ya de por si las adaptaciones de este calibre no suelen ser de mi agrado, esta película no pudo parecerme peor. El guión no tiene sentido alguno, salta de un sitio a otro sin más y no cierran ningún tema, todo queda en el aire, que lo cierre quien se haya molestado en leer el librito de Moccia, pensarían los guionistas. Pero, ¿y yo? Ya que he invertido un dineral en ver esa película en el cine, por lo menos merezco un guión lógico —que no bueno, pero coherente como mínimo. He ahí el gran error de las adaptaciones, que no lo son, se convierte en un sinfín de planos inconexos que intentan abarcar los cientos de páginas que tiene el libro. Y no, eso no se puede, adaptemos la obra a un guión decente, señores.
Y no voy a hablar de la carencia de verosimilitud en el hecho de que los protagonistas se pasen medio largometraje subidos en una moto y lo hagan sin casco, porque me parece demasiado obvio. Pero vaya, que existen recursos.
¿Lo peor de la película? Pues la película, mismamente.
¿Lo mejor? El culo de Mario Casas, yo qué sé.