16.5.09

Seamos sinceros.

Le confesé a Jota que yo también sentía celos, a veces.

Nunca antes pensé que eso pudiera pasarme a mí, jamás le di importancia a esos pequeños pinchazos en el estómago al oír a Jota decir que tal era muy guapa o que cual era graciosa. Los celos que sentía eran inofensivos. Además, mi aplastante sinceridad no permitía que los celos se inmiscuyeran en nuestra relación. Pero esa vez fue diferente, esa vez me volví loca. Lo malo fue descubrir que Jota no me había dado motivo alguno para pensar de ese modo. Lo malo fue descubrir que Jota se había sentido decepcionado al saber que yo había desconfiado de él. Pero no pude evitarlo, lo tenía tan dentro, me molestaba tanto, que necesitaba sacármelo, sentía que si no lo hacía, explotaría.

Lo que Ele no sabía era que eso no eran celos. Lo que le pasaba era que buscaba desesperada una razón para odiar a Jota, una razón para no sentirse culpable al decirle que se estaba consumiendo. En definitiva, una razón para no confesar(se) que era más frágil de lo que ella creía.

A veces creo que soy una cobarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario