Ahora Laura es tarotista. Quedamos, comemos por 11’65e y me echa las cartas, de postre. Todo parece salir bien, mi futuro está asegurado; hasta que sale la muerte. Empieza mal, hay que equilibrarlo y encima luego nos volveremos locos. El éxito asegurado, vaya.
Pero lo hablamos y decidimos que no, que a la mierda el tarot.
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