11.7.09

Rayos y truenos.

Anoche lo descubrí: soy keraunofílico.

Volvimos a discutir, pero esa vez fue distinto, esa vez no hubo llamada de reconciliación, ni mensaje conciliador, ni nada de nada, nada en absoluto. Ele piensa que a mi eso me da igual, que cuando discutimos yo me quedo igual y que la vida sigue sin más, que al día siguiente seré capaz de salir de copas con mis amigos y follarme a la primera que me haga un poco de caso. No tiene ni idea. Me gustaría decirle que no tiene ni idea, que siempre he deseado decirle que la quiero como nunca antes había querido a nadie, que me gustaría pasar toda mi vida a su lado, pero siempre hay algo que me lo impide, un miedo irracional que no me deja. Discutimos y yo me quedo así, abatido, sin saber qué hacer ni qué decir; y ella pensando que me da igual. Como siempre, tras la discusión de ayer me fui a casa dispuesto a llamarla, a pedirle que viniera y me abrazara, pero no fui capaz. Como siempre, tras la discusión de ayer me fui a casa y me metí en la cama pensando en la paja que me iba a hacer. Siempre el mismo ritual, si Ele no duerme conmigo, me hago una paja antes de irme a dormir. Pero anoche fue distinto, anoche llovía a cántaros, esos días de lluvia en los que te acomete ese pensamiento irracional de que si no para pronto el agua empezará a entrar por las ventanas hasta inundarlo todo. El resplandor de los rayos entraba por la ventana y el ruido de las gotas de lluvia al caer retumbaba en mis oídos; me estaba poniendo cachondo. Empecé a tocarme, como de costumbre, con un ritmo pausado para, en el momento preciso, acelerar hasta llegar al fin. Pero de repente, la luz de un rayo entró por la ventana y el estruendo de un trueno perforó mis oídos y recorrió todo mi cuerpo, esa potente energía sonora se instaló en mis entrañas, entré en trance, como si fuera puesto de éxtasis. La respiración se me aceleró, empecé a sudar y a gemir, el vaivén de mi mano cada vez era más rápido, el corazón me latía a mil revoluciones por minuto. Perdí la noción del tiempo. Con cada rayo, con cada trueno mi cuerpo experimentaba de nuevo esa sensación inédita y el sonido de la lluvia mantenía ese estado en suspense. Tras lo que a mí me parecieron horas de placer descontrolado, me corrí con tal brutalidad que lo impregnó todo, no podía parar de retorcerme y de sentir ese escalofrío permanente, pensé que no pasaría nunca. Tan pronto como pensé que no iba a terminar nunca, terminó; como llegó, se fue.

Me quedé inmóvil, mirando al vacío mientras la luz del último rayo entraba por la ventana. Ele debería haber estado a mi lado, conmigo.

2 comentarios:

  1. sin tapujos. m'agrada molt aquesta combinació tan gràfica d'amor i de sexe, sense metàfores.
    volem més d'aquest estil!


    [cal comentar que després de llegir el relat, he confirmat via google què és la keraunofilia.]

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