18.11.09

3#

nostalgia. (Del gr. νόστος, regreso, y -algia).

1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.
2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.



6.10.09

Destino: Groenlandia.

Anoche vino un oso polar a buscarme mientras dormía, me arropó entre sus brazos y me llevó a Groenlandia, allí donde las noches duran demasiado. Te escribo estas líneas antes de dormirme, el viaje ha sido largo y fatigoso. Sólo quería desearte suerte en tu viaje, espero que alguien te haya acogido y te haya llevado a un sitio bonito; uno de esos en los que soñamos estar juntos para siempre. Estoy tranquilo porque sé que estarás bien. Y ten paciencia, que si aún nadie te ha tendido la mano, aparecerá de un momento a otro. Eres tan especial que el hecho de que puedas pasar desapercibido a los ojos de alguien me resulta imposible. Y si no te ve, aléjate lo antes posible.

Volveré cuando aquí salga el sol. Para entonces quizás tú ya te habrás ido, pero iré a desayunar cada mañana a nuestra cafetería, andaré por nuestras calles y prometo ir siempre a ver películas bonitas a nuestro cine. He dejado el contestador de mi teléfono activado por si quieres oír mi voz diciendo eso de 'deja tu mensaje después de oír la señal' y por si necesitas desahogarte. Lo he hecho para que sepas que no me he ido, que sólo necesito dormir, descansar. Que yo siempre estaré un poco aquí, aunque a veces se te olvide. Espero que cuando yo vuelva me hayas dejado alguna señal, algo que sólo pueda ver yo.

Sé feliz, deja que te hagan feliz.

Ese.

13.7.09

1# (c/p)

If it's a broken part, replace it;
If it's a broken arm then brace it;
If it's a broken heart then face it.

And hold your own,
Know your name.
And go your own way,
Hold your own.
Know your own name
And go your own way.




Jason Mraz - Details in the Fabric

11.7.09

Rayos y truenos.

Anoche lo descubrí: soy keraunofílico.

Volvimos a discutir, pero esa vez fue distinto, esa vez no hubo llamada de reconciliación, ni mensaje conciliador, ni nada de nada, nada en absoluto. Ele piensa que a mi eso me da igual, que cuando discutimos yo me quedo igual y que la vida sigue sin más, que al día siguiente seré capaz de salir de copas con mis amigos y follarme a la primera que me haga un poco de caso. No tiene ni idea. Me gustaría decirle que no tiene ni idea, que siempre he deseado decirle que la quiero como nunca antes había querido a nadie, que me gustaría pasar toda mi vida a su lado, pero siempre hay algo que me lo impide, un miedo irracional que no me deja. Discutimos y yo me quedo así, abatido, sin saber qué hacer ni qué decir; y ella pensando que me da igual. Como siempre, tras la discusión de ayer me fui a casa dispuesto a llamarla, a pedirle que viniera y me abrazara, pero no fui capaz. Como siempre, tras la discusión de ayer me fui a casa y me metí en la cama pensando en la paja que me iba a hacer. Siempre el mismo ritual, si Ele no duerme conmigo, me hago una paja antes de irme a dormir. Pero anoche fue distinto, anoche llovía a cántaros, esos días de lluvia en los que te acomete ese pensamiento irracional de que si no para pronto el agua empezará a entrar por las ventanas hasta inundarlo todo. El resplandor de los rayos entraba por la ventana y el ruido de las gotas de lluvia al caer retumbaba en mis oídos; me estaba poniendo cachondo. Empecé a tocarme, como de costumbre, con un ritmo pausado para, en el momento preciso, acelerar hasta llegar al fin. Pero de repente, la luz de un rayo entró por la ventana y el estruendo de un trueno perforó mis oídos y recorrió todo mi cuerpo, esa potente energía sonora se instaló en mis entrañas, entré en trance, como si fuera puesto de éxtasis. La respiración se me aceleró, empecé a sudar y a gemir, el vaivén de mi mano cada vez era más rápido, el corazón me latía a mil revoluciones por minuto. Perdí la noción del tiempo. Con cada rayo, con cada trueno mi cuerpo experimentaba de nuevo esa sensación inédita y el sonido de la lluvia mantenía ese estado en suspense. Tras lo que a mí me parecieron horas de placer descontrolado, me corrí con tal brutalidad que lo impregnó todo, no podía parar de retorcerme y de sentir ese escalofrío permanente, pensé que no pasaría nunca. Tan pronto como pensé que no iba a terminar nunca, terminó; como llegó, se fue.

Me quedé inmóvil, mirando al vacío mientras la luz del último rayo entraba por la ventana. Ele debería haber estado a mi lado, conmigo.

28.6.09

2#

toy boy. (Slang)

1. noun. A much younger boyfriend or husband of an older woman.
2. noun. In male-male relationships, a toy boy characterizes the one who is (and usually enjoys being) used for sexual gratification.

26.6.09

C'est la descente de ma vie.

Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends
Je descends. Et voilà, je suis au troisième sous-sol.

22.6.09

Ele le da al pause.

Hola, me llamo Ele y soy adicta. Así fue como se presentó a si misma frente al espejo esa mañana, como si de una terápia en grupo se tratara. Su cuerpo empezaba a preocuparla -a su mente la había dado por perdida hacía meses- y ese día se despertó pensando que no se podía permitir mucho más tiempo en ese estado. Si continuaba así desaparecería y, para colmo, su jefe la echaría, que ya hacía demasiado tiempo que llegaba al trabajo con cara de haber dormido menos de dos horas. Pensó que la solución era ir a visitar a una psicóloga y que se encargara de sus problemas, que los envolviera en papel de regalo y los enviara a quien los quisiera; pero recordó que a duras penas le llegaba para pagar el alquiler. Fue entonces cuando, movida por su firme decisión, se levantó de la cama y se fue directa al baño, a conocerse. El reflejo que le devolvía el espejo era normal, algo más delgada y con las ojeras demasiado marcadas quizá, pero normal al fin y al cabo, no había signos visibles de su enfermedad. Ele era así, hermética y bella.

Se metió en la ducha con Marilyn Manson sonando a todo volumen y empezó a chillar lo más fuerte que pudo, sentía que las cuerdas vocales se le desgarraban, pero ella seguía y seguía, hasta que no pudo más. Se pasó media hora bajo el chorro de agua hirviendo esperando que con eso se desvanecieran todos los restos de Jota que seguían torturándola noche y día. Cada vez que pensaba en él se le revolvía el estómago y le acechaban unas náuseas difíciles de controlar. Hacía sólo un par de días que se vieron y, como siempre, todo fue perfecto. Eso era lo peor, pensar que la perfección la destrozaba. Solía pensar que era una afortunada por tener una relación como aquella, una relación dinámica y absurda. Nunca dejó de sentir vértigo al pensar en Jota y eso le parecía magnífico. La rutina para los demás, pensaba. Pero esa vez se cansó de estar subida en la montaña rusa, necesitaba un descanso, tocar tierra firme; empezó a marearse. Fue en ese momentó en el que se dio cuenta de que debía tomar una decisión.

Salió de la ducha y se secó con la toalla verde, esa que Jota detestaba por ser demasiado áspera.

6.6.09

1#

náusea. (Del lat. nausĕa)

1. f. Gana de vomitar. U. m. en pl.
2. f. Repugnancia o aversión que causa algo. U. m. en pl.

28.5.09

Euforia anti-culé.

Barcelona 2, Manchester United 0. Los blaugranas se llevan por tercera vez la copa de la Champions. Y oigan, yo les felicito. Incluso celebro su alegría y que esta victoria les haya servido de placebo para olvidarse de todo. Pero créanme cuando les digo que lo que no voy a celebrar es el incivismo de algunos de los pseudoaficionados que aprovecharon la celebración de anoche para descargar su histeria destrozando todo lo que se interponía en su camino. Con esto no pretendo generalizar y decir que todos los aficionados al fútbol sean unos auténticos gañanes, pero entendamos que esta minoría desvirtúa gravemente a toda la afición.

La celebración que se vivió ayer entre Canaletes y Plaça Catalunya terminó con una factura de entre 74.000 y 100.000 euros en mobiliario urbano y más de un centenar de detenidos. ¿Soluciones? Yo no tengo, pero gracias a una ley seca provisional en Roma sólo hubo 19 detenidos. Me parece un dato significativo, por lo menos.

24.5.09

1#

Esto tiene que pasar en Nueva York. Una vez allí recuperaré mi libro de Paul Auster que compré por casualidad en la Casa del Libro de Passeig de Gràcia por nueve euros con noventa y cinco, La trilogía de Nueva York. Lo abriré por la página ciento diecisiete y seguiré meticulosamente los pasos que da Quinn (o Work, o Dark, o Auster) hasta la página ciento diceinueve. Me parece importante hacerlo solo, aunque eso es ligeramente opcional. Al llegar a mi página ciento diecinueve me sentaré y escribiré, escribiré como hace Quinn (o Work, o Dark, o Auster).
"Luego abrió el cuaderno rojo, sacó del bolsillo el bolígrafo del sordomudo y comenzó una página nueva."

17.5.09

Otro sábado más.

Y de repente, un sábado como otro cualquiera decido que ese es un buen día para aprender algo nuevo. Casualidad de casualidades que precisamente ese sábado tiene lugar en el CCCB una jornada titulada Movimiento intersex: contextos y horizontes. No me lo pienso dos veces: no tengo nada mejor que hacer y es gratuito. Por la inmediatez del evento me presento allí con lo puesto -o, lo que es lo mismo, mi bloc de notas Enri y yo-, no sé exactamente qué es lo que voy a encontrarme.

Me siento en un rincón, ir solo a este tipo de eventos me da un poco de apuro y esa es la única forma de sentirme algo menos visible. Hay gente muy dispar, me pregunto qué les habrá llevado a asistir, ¿tendrán algún motivo menos banal que mi simple curiosidad? En el centro veo a un grupo de gente hablando alegremente y entre ellos destaca una mujer de mediana edad extremadamente guapa, o eso pienso. Sigo analizando a los presentes y oh, sorpresa, hay un chico en la otra punta que me mira con cara de complicidad y me sonríe; pienso que quizá el sí está allí por el mismo motivo que yo y que, mientras espera a que empiece, se divierte preguntándose qué habrá llevado a esa gente a asistir. Silencio absoluto en la sala, parece que esto va a empezar.

Le toca romer el hielo a Gabriel J. Martín, psicólogo de la Coordinadora Gay-Lesbiana de Barcelona. Doy por sentado que su cometido principal era el de esclarecer, en primer lugar, a qué nos referimos con el término intersex y, dado que me presento allí con lo puesto, me lo creo todo y le estoy absolutamente agradecido por haberlo explicado de un modo tan claro. Pero es precisamente en este punto a partir del que me empiezan a surgir miles, millones de preguntas. Los conferenciantes siguen hablando y yo intento empaparme un poco de todo lo que dicen. Silvia Garcia Dauder, del departamento de psicología social de la Universidad Rey Juan Carlos, nos habla de la repercusión mediática -prácticamente nula, por cierto- de los términos intersex y/o hermafroditismo y, también, nos presenta el debate bioético que suscita este tema. Por otra parte, Núria Gregori Flor, antropóloga social y enfermera, hace un repaso de los orígenes teóricos del hermafroditismo en la medicina y nos hace ver que, en este sentido, el debate está presente incluso dentro de la misma comunidad médica. Por último, y para finalizar con la primera parte de la jornada, Dolores Romero Lacasa, profesora de derecho, presenta el tema desde un punto de vista jurídico y cuestiona la necesidad de la intromisión del derecho dentro de este tema.

Tras dos horas y media de atención absoluta me siento algo cansado, pero ahora viene la parte, según mi parecer, más compleja de la jornada: el movimiento intersex como dogma. En este caso cambiamos de conferenciantes, todos ellos activistas intersex, y entramos en un discurso filosófico ciertamente denso. Llegados a ese punto me veo obligado a subir un grado más mi nivel de atención y con eso sólo consigo que cada vez me cuestione más y más cosas. Se habla de la necesidad de la inclusión de este movimiento dentro del feminismo para hacerlo más efectivo, se ponen en entredicho los postulados de Judith Butler y de Beatriz Preciado -iconos de la teoría queer-, se critican los discursos producidos en Estados Unidos sobre esta cuestión y así hasta llegar a la hora límite. El tiempo se había agotado y debíamos abandonar la sala.

Salgo del CCCB con la sensación de que mi cabeza estallará de un momento a otro, sobrecarga del sistema. Me enciendo un cigarro y ando camino a casa intentando organizar en mi cabeza todo lo que he aprendido. Por suerte he tomado apuntes.

16.5.09

Seamos sinceros.

Le confesé a Jota que yo también sentía celos, a veces.

Nunca antes pensé que eso pudiera pasarme a mí, jamás le di importancia a esos pequeños pinchazos en el estómago al oír a Jota decir que tal era muy guapa o que cual era graciosa. Los celos que sentía eran inofensivos. Además, mi aplastante sinceridad no permitía que los celos se inmiscuyeran en nuestra relación. Pero esa vez fue diferente, esa vez me volví loca. Lo malo fue descubrir que Jota no me había dado motivo alguno para pensar de ese modo. Lo malo fue descubrir que Jota se había sentido decepcionado al saber que yo había desconfiado de él. Pero no pude evitarlo, lo tenía tan dentro, me molestaba tanto, que necesitaba sacármelo, sentía que si no lo hacía, explotaría.

Lo que Ele no sabía era que eso no eran celos. Lo que le pasaba era que buscaba desesperada una razón para odiar a Jota, una razón para no sentirse culpable al decirle que se estaba consumiendo. En definitiva, una razón para no confesar(se) que era más frágil de lo que ella creía.

A veces creo que soy una cobarde.

11.5.09

¿Quién dijo adiós?

Adiós (De a Dios)
1. interj. U. para despedirse.

Dejando de lado sus fuertes connotaciones judeocristianas -algo muy común, diría-, adiós es una palabra terrible. Existiendo formulas de despedida tales como hasta luego, hasta pronto o hasta más ver, ¿qué sentido tiene utilizar el adiós? ¿Diciéndolo esperamos que el receptor vuelva o, por el contrario, implícitamente le estamos pidiendo lo contrario? ¿Acaso no somos conscientes de la trascendencia de un adiós? Hoy he soñado que decía adiós sin pensar en las consecuencias y me he despertado un poco del revés.

Quizá esto viene a propósito de Presque rien de Sébastien Lifshitz.
Quizá me lo invento.

7.5.09

J'accuse.

A quien pueda interesar,

Surgía hace unos años la polémica alrededor de una de las campañas publicitarias para Dolce&Gabbana. Recordarán la campaña: presuntamente, un hombre sometía a una mujer a su voluntad mientras los demás (hombres) contemplaban la escena sin inmutarse. Todavía hoy sigo sin estar seguro de si me convence tal interpretación, y conste que me posiciono en contra de cualquier tipo de violencia, sexista o no. Pero supongamos que sí, que esa era una campaña violenta, denigrante para la mujer y susceptible de censura. De acuerdo hasta aquí. Aunque comienzan a surgirme dudas a raíz de un artículo del señor Francesc Orteu, publicado en el diario Avui el 23 de febrero de 2007. Orteu no sólo condena el anuncio en cuestión, sino que aprovecha para darnos una clase de lo que significa ser mujer, hombre o homosexual -según él, cosas completamente diferentes. Eso sí, con mucho tiento y buen gusto, no fuera que las asociaciones de gays y lesbianas se le echaran encima.

"Si es evidente que la mujer que aparece tumbada es una víctima, y digo que los hombres también lo somos, ¿quiénes pueden ser los culpables?" Los homosexuales, claro, ¿quiénes sino? Pues en la polémica imagen sólo aparecen "cuerpos relucientes y depilados" ataviados con bisutería y ropa para homosexuales; pues "¿habéis visto alguna vez a algún hetero llevando uno de esos pantaloncitos cortos?" El señor Orteu, por lo que parece, no. Lo que sí parece ver es a muchos homosexuales en el mundo de la moda -y a alguno que otro en el del periodismo, aunque "no es ninguna queja", será un simple apunte. Y no sólo ve a muchos homosexuales en el mundo de la moda, sino que según sus fuentes femeninas "parece que los homosexuales odien a las mujeres, que quieren que sean extremadamente delgadas, que las hacen vestir de forma poco femenina, que casi las tortura". Pero cuidado, esto él no se lo cree, aunque le resulta altamente sospechoso que nunca le haya parecido que "un desfile pueda ser un espectáculo erótico". ¿Cómo puede ser eso? ¿Desde cuándo un desfile de moda se limita a mostrar y vender ropa? Esto debió de cambiar cuando el mundo de la moda fue invadido por los homosexuales, pues "no se puede concebir que una mentalidad masculina haga que las mujeres exhiban el cuerpo con esa arrogancia", habráse visto. Pero vaya, viendo esto tendremos que asumir que "el machismo no tiene demasiada responsabilidad en el uso denigrante que se puede llegar a hacer de la imagen femenina en la industria de la moda". Proporcionados estos datos básicos para la vida moderna, el señor Orteu propone un nuevo término para definir este nuevo tipo de volencia de género: homomachismo (homosclisme, en catalán), así "la pesada losa de la misoginia" no la tendrán que llevar sólo los hombres, hombres.

A un servidor sólo le queda decir que, diga lo que diga el señor Orteu, seguirá llevando esa pesada losa de la misoginia. Y no la llevará ni como mujer, ni como hombre, ni como homosexual: la llevará como actor y productor de esta, nuestra sociedad.

Artículo original (catalán) | Diari Avui
Fotografía | Trendencias

4.5.09

¿Un clavo saca otro clavo?

Lo dudo. O, por lo menos, lo dudo en parte.

No hay dos relaciones iguales como no hay dos personas iguales, por lo que creer en esa sentencia es como creer en los poderes curativos de la baba de caracol. Además, ¿por qué razón tiene que funcionar en todos los casos? De acuerdo que existe ese tipo de relación pasajera sin trascendencia alguna que, por insustancial, puede ser remediada con una noche de excesos varios. Pero, ¿qué me decís de esas relaciones en las que el clavo propiamente dicho pasa a, alegóricamente, fundirse contigo? Luego la ley del clavo queda obsoleta.

Le pasó a Ele, mi amiga, que necesitó dejar al chico con el que estaba porque no le proporcionaba lo que ella requería, aunque se querían, se querían mucho. No entraré en si la culpa fue de ella por abandonar el partido o de él por no poder cumplir los objetivos de Ele; pero creedme, nadie es perfecto. Aunque si algo era seguro en esta relación es que no eran simples clavos, pues habían compartido tanto que, cuando se separaron, los dos se dieron cuenta de que se habían olvidado de andar a solas. O por lo menos eso fue lo que le pasó a Ele. Cuando se dio cuenta de ello decidió poner en práctica el axioma hermético: un clavo saca otro clavo. Y lo puso en práctica en su máximo exponente, algo inaudito en ella puesto que Ele, aunque llamaba mucho la atención siempre que entraba en cualquier lugar concurrido, era muy reticente a los rollitos de una noche, como les llamaba ella. Tras su noche de desenfreno dionisiaco me llamó desesperada diciéndome que no funcionaba, que ahora todavía pensaba más en Jota, pues sentía que le había traicionado. Mi experiencia es corta y mis consejos suelen ser absurdos, por no decir ridículos, así que sólo pude decirle que lo que necesitaba no era encontrar otro clavo para sacar el de Jota, lo que debía hacer era drenar el metal que Jota había dejado en su interior y guardarlo en un potecito, por si algún día lo necesitaba.

Sigo pensando en ese consejo. ¿Será otra pseudoley universal? O, lo que es lo mismo, ¿me lo inventé? A veces una pregunta te lleva a otra, y esta a otra, y a otra, y así sucesivamente. Podría pasarme días enteros cavilando sobre esta cuestión, pero, por lo pronto, me quedaré con mi propia verdad absoluta y procuraré drenar en vez de intentar sustituir ipso facto.

Por cierto, Ele y Jota vuelven a estar juntos, pero esta es otra historia.

2.5.09

Filosofía de bar.

Contigo todo es fácil.
Contigo puedo ser yo, sin más.
Contigo es bien.

Pero estar bien, bien a secas, bien sin aditivos, no está de moda. O eso o yo tengo una capacidad innata para hacer que el bienestar agobie, torture.

Hace ya días que pienso en ello. ¿Somos nosotros los que escogemos la felicidad o es la felicidad la que nos escoge a nosotros? Cuando algo deja de funcionar tal y como estaba previsto, lloramos. Y eso me parece perfecto: lloremos hasta que estemos al borde de la deshidratación si eso nos reconforta. En principio no parece haber nada malo en ello. En principio. Lo malo es dejar que todas esas lagrimas se nos peguen al cuerpo y nos ahoguen, que no sepamos nadar hasta la superficie. Porque, ¡qué fácil es dejarse llevar por la tristeza! No hay nada más cómodo que eso, dejar que la corriente te lleve, pues todo río desemboca en un mar y en todo mar puede haber un barco que nos salve.


Una vez alguien me dijo que la gente (así, en general) se deja llevar, que patina por la vida. Eso le parecía algo horrible. Cuando me lo contó me sentí raro, me parecía que yo era uno de esos individuos que se deslizaba por la vida ataviado con sus patines. Hoy descubro dos cosas: la primera, que en su momento no entendí lo que me estaba diciendo y, la segunda, que yo no me deslizo por la superficie de la vida. Y no lo hago porque yo no me dejo llevar por la corriente del desaliento. Y no es que no me deje llevar por esa corriente porque no me apetezca, porque me apetece; es una cuestión de supervivencia. Creo que no estoy dispuesto a abandonarme a una tristeza gratuita. Porque, pensemos un segundo (créanme, a veces es necesario): todos hemos vivido momentos de desdicha insalvables, es algo inevitable; pero hay otras situaciones en las que podemos elegir el camino, aunque sea una decisión difícil, pues a veces escoger la felicidad no es el camino fácil, nadie dice que lo sea. Pero a veces hay que arriesgarse, arriesgarse a ser feliz.