17.10.10

Bloc de notas beige, Muji.

       
Por delicadeza he perdido mi vida.  (Rimbaud)
   
***

Odio los trenes. Odio viajar en tren. Pero lo que más puedo llegar a odiar es viajar en un tren y estar sentado al lado de un bebé que no puede parar de llorar.
Aunque agradezco estos momentos —cada vez más escasos—, una hora y media para mi, con el sentimiento añadido de estar volviendo a casa, al centro de todo. 
     
Como siempre, mis innumerables libretas cambian de fin en un abrir y cerrar de ojos. Ésta, por ejemplo, debía ser mi vademecum del género y el feminismo, a razón de una nueva asignatura, pero no. Arranco dos páginas manchadas de palabras y empiezo de nuevo, la reinvento en lo que debiera ser mi nuevo diario —aunque no confío demasiado en ello, la constancia no me define. 
     
***

De los 19 a los 22, año tras año, crisis tras crisis, polvo tras polvo. ¿La diferencia? Quiero creer que ésta reside en que esta vez he sido yo el que ha escrito el punto final. Aunque en ocasiones incluso de eso dudo. No sé si soy yo el que controla mi vida o son los demás, todos los demás. Pero voy a creer que he sido yo, que esta vez he tomado las riendas. 
    
Escribo todo esto y a medida que la tinta mancha el papel descubro que es todo mentira. Una gran mentira. Mi puta vida no la controlo yo, la controlan ellos. Primero uno, durante años. Y sin más dilación, los otros. Juego con la idea de controlar mi vida, pero nunca es una idea sólida, siempre se encuentra en ese punto entre lo líquido y lo sólido, ese punto en el que no se puede envolver con las manos, en el que se escurre entre mis dedos.

***
     
Me ofrecen compañía, diversión, sexo. Cada día. Y antes lo aceptaba, no soporto dormir solo. 

***

Esta vez no puedo, no debo. No caigo en el sexo sin medida, en el torrente emocional. Yo paso, se lo dejo a él. Sólo diré que la resaca es brutal, mortal. Pero a mi me da igual, cada uno que haga lo que quiera. De mi que no esperen sonrisas amables. A mi que me dejen en paz. Yo me quedo con los besos en el parque y el sexo puntual, brutal. Erecciones conocidas, amables. Cafés, libros, una infusión. Sudor. La piscina, el voyeurismo, un vestuario, pollas desconocidas, insípidas, ajenas. No me interesa, eso para él. Eso y la resaca. Yo sólo compro la resaca de oxitocina, esa que me empuja a dormir abrazados, a que el reloj cobre vida propia y se adelante una hora. Esa que seguiré echando de menos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario